PARAGUAS
La
lluvia deja su melancólica atmósfera impregnarse en la gente… Días grises en
los que el mar de paraguas no distingue diferencia en cuanto a sus colores. Grises
y aburridos, ese es el patrón consecuencia del incesante diluvio que acontecía
aquel día. En eso, como un tesoro escondido alguien al fin se atreve a abrir su
notorio paraguas del mismo tono al infinito océano azul. Y junto a él, sin
siquiera haberla visto el paraguas rojo de la chica reposo a su lado.
Dos
gotas apartadas del incesante tono gris de sus contrapartes. Ahora juntas por
la constante búsqueda de un color más soleado. Las casas, cañerías y pareciera
que todo el mundo, sonríe ante esta bella escena. Pero el conflicto se hace
notar muy pronto, sus caminos se separan y sus colores se vuelven a diluir de
nuevo en la incesante y gris capa. La tormenta incontrolable intenta hacer un
esfuerzo por detener este error. Usa su viento de tormenta y en un dos por tres
logra hacer que el azulado paraguas salga volando lejos por las calles.
Buscando como un poseído aquel color carmesí que tanta ilusión le dio.
La
suerte no llega a estar de su lado. Su camino lo lleva al frío y mojado asfalto;
sabiendo que aquel acto fue el capricho de un corazón arponeado. Ve llegar a
aquellas manos de las que hacia un momento había salido volando. Lo recoge de
su frío letargo y en eso la volvió a ver. Como un fantasma logro divisar
aquellas botas rojas con las que hace un momento había conversado. El espectáculo
acaba en aquel local testigo de su nueva relación. El mundo sonríe y llora al
ver que aquel esfuerzo no se desechó.
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