COMPLEJOS DE ESCRITORA
Érase una vez ella, que sin siquiera darse cuenta se hallaba enojada con el mundo. Todo gracias al idiota que había elegido de novio. ¿Qué fue lo que hizo? Pues cometió el error imperdonable de no notar los propósitos ocultos que ella no se atrevía a confesar. Intentaba demostrárselo a través de acciones, pero si ella decía algo en determinado día, a la mañana siguiente se encontraba negándolo. Y él no comprendía la ciencia tras este lenguaje…
Ella no podía estar más enojada. ¿Si me ama no se supone que debe saber qué es lo que quiero? Pero mientras más confusiones le metía a su hombre, era menos lo que él podía comprender de ella. Indignado un día la encaro de frente.
-Hace ya dos meses, dos meses, que estas enojada conmigo; y no encuentro una lógica para tu extraño comportamiento… Dime de una vez que pasa.
Ella se hizo la indignada ante la ignorancia que parecía tener el sobre el asunto. Y enojado, después de insistirle, se fue… Puede que cualquiera ante esta situación se hubiera puesto a llorar cual bebe… Pero ella mantuvo su victimismo hasta el final.
Si él no me entiende, es porque no me merece. El pobre desdichado, volvió al día siguiente; disculpándose por su actitud aquel día. Pero no pudo digerir la noticia que ella fríamente le comento. El nosotros ya no existe más. Atónito escucho cada palabra que salía de la boca de su enamorada. Las cuales en resumen anunciaban el fin de una relación…
Pero enamorado como estaba se hallaba dispuesto a reconquistarla, por más veces que no la entendiera, no imaginaba su vida al lado de otra persona.
Al cabo de un par de semanas ella sumo una nueva página a su diario. Debajo de un montón de tonterías escribió la parte importante. Decía así.
19 de Febrero (Fragmento del diario).
«Me invitó a cenar a su casa. No fue algo perpetuo, pero yo lo ignoraba a cada gesto que él me daba, fue durante el postre que el muchacho me atendió de mejor manera imposible, me fui rápidamente de aquel lugar, su duda no podía ser más insistente, pero lo único que logre fue evadirlo con la usual excusa de “esto no funciona”, insto acompañarme hasta la entrada, pero mi cabeza no correspondía ante aquel acto, en el trayecto logre opinar sobre todo eso; él no había hecho nada mal durante nuestra reunión; pero tal parece que él no sabe que invitar a una escritora a tu casa, teniendo los estantes vacíos de libros, a su fe es que no tienes alma».
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