HERMANOS DE SANGRE


Mi padre siempre fue un  regidor de ideas. Todos los dias en los que yo y mi hermano dejabamos la marca de nuestros conflictos alrededor de la casa. El utilizaba el metodo de crianza que tanto orgullo le habia causado, porque a el se le había ocurrido. Nos encerraba en unas jaulas que el mismo había diseñado en una de las cabañas de la propiedad, todo el día. Con la única compañía del uno con el otro, y si seguíamos peleando al cabo de aquel plazo, podía alargarlo por días. Nos alimentaba cuando llegaba el momento, y si necesitabamos algo, que el no tomara como un antojo, nos lo suministraba, y si al final del día veía que aprendíamos nuestra lección nos dejaba salir. Creía haber inventado la formula perfecta para poder garantizar nuestra buena relación. Pues dentro de esas jaulas, lo único que podíamos hacer era hablar, intentando llegar a un punto medio de tanta discusión.

Ya llegados a nuestro años adolescentes, no podíamos evitar recordar esta experiencia, pues nuestro padre la seguía manteniendo, solo que la fijación había cambiado de sujetos. Una vez llegados nuestros otros dos hermanos, finalmente inicio su método de educación, si bien no lo podía hacer con frecuencia, por el buen carácter que ellos mantenían, finalmente, en una de las noche salto nuestra oportunidad. Una vez los tres encerrados, lo planeamos todo para que nadie se opusiera. Habíamos drogado a nuestro padre, por lo que fue fácil sacarlo a rastras de su cama, y a mi madre, simplemente le dimos un golpe certero en la cabeza, al descubrirnos husmeando a horas profundas de la noche. Una vez llegados al lugar donde se guardaban las jaulas, mi hermano decidió sacar el cuchillo que tan placidamente habíamos escojido, y se ensaño en contra del más pequeño de nuestros hermanos. Los otros dos, solo podían ver horrorizados la escena, viendo el frenesí tal de aquel que habían considerado su familia al momento de apuñalarle el pecho al otro...

Finalmente, al cabo de un buen tiempo le dije que se detuviera, la siguiente era mía... Y procuraría disfrutarlo...

En una escena así, oímos gritos que jamas en nuestra vida se volverán a repetir, pero hay uno que no podre olvidar jamas. El grito profundo de mi madre, mientras me veía acuchillar los ojos de mi hermana... 

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